¿Por qué
decidimos escribir?
¿Cuándo?, ¿cómo?, ¿es
en serio?... Algunas personas saben la fecha, el momento exacto, la causa
definitiva que originó su pasión por la escritura; otros, despistados, solo
sienten un flechazo instantáneo y ya después nada vuelve a ser igual. Pero lo
cierto, es que ambos tipos profesan la misma necesidad, comparten el
sentimiento de llenar hojas y hojas con maravillosos romances, desgarradores
dramas o terroríficos relatos de zombis come cerebros.
El llamado puede llegar
a una edad temprana o avanzada; sin embargo, siempre hay un donante, algo que
te inspira.
Bien, puede ser…
Cuando escuchas ese
llamado, solo hay una forma de responder, y es escribiendo. La cabeza se te
llena de ideas, unas increíbles y otras poco elocuentes, pero la sensación es
la misma. Sin darte cuenta, te hayas con un lápiz en la mano y un papel a tu
frente. Escribes y lo sigues haciendo hasta que te percatas que llevas en tu
cuenta varias páginas llenas. La satisfacción que precede es tan desconcertante
como agradable.
En ese punto, cuando
has descubierto eso tan extraño que te hipnotiza y te entusiasma, ya no hay
vuelta atrás. Lo que sigue es ir dándole forma a tus ideas, analizar los puntos
donde las puedes encaminar y ¿por qué no? hacer tu nuevo sueño realidad, que es
el de publicar tu primera novela.
Pero… habrá un punto
de inflexión, en el cuál descubrirás si la escritura es realmente tu vocación o
no, y ese es la constancia. Algo tan simple como esto indicará si estás hecho
para pasar horas y horas pegado a un monitor, o según sea el caso, lleno de
tinta y con páginas dividas entre el piso y tu escritorio; aunque no solo será
eso, las horas privadas de tu familia, los continuos cambios de ánimo, la
incertidumbre por los frutos de tu trabajo, todo influirá en determinar si eres
verdaderamente un elegido.
La profesión de escritor no es fácil. La competencia
es feroz, los recursos bastos pero el capital muy escaso, y las editoriales
tienden a rechazarte si no cumples con los estándares comerciales. ¿Y qué hay
del pago?, si no eres J. K Rowling, E.L James o Stephen King, debes de dejar de
imaginar que las ganancias por ventas (si puedes llegar a publicar), ya sea que
decidas hacerlo solo o por medio de una editorial, serán enormes. Escribo esto,
porque antes tenía esa soñadora idea, pensaba que el talento era suficiente
para hacerte lugar entre los grandes; pero no, bellas historias de escritores
desconocidos han quedado enterradas en el polvo por la escasa publicidad y la
mala fortuna.
Entonces se
preguntarán ustedes, si ser escritor tiene tantos sacrificios y tan pocas
posibilidades de rentabilidad, ¿por qué escribir?
Esa, es una
respuesta muy sencilla.
Simplemente no se
puede evitar. Una vez que hayas escrito te sentirás vacío si lo dejas. No
dependerá de ti, ya serán tu cabeza y tus dedos quienes te obligarán a ser una
marioneta de tus personajes, al punto, de llegar a creer que tus historias
realmente tienen vida propia y merecen ser sacadas a la luz.
Yo no seré como
algunas personas que se enfatizan en lo negativo de esta profesión; al
contrario, si tú realmente eres un elegido, no dejes de escribir. No escribas
por complacer a otros o al mercado, hazlo por ti mismo. Quizás no llegues a ser
como Stephenie Meyer, pero recuerda que con que logres hacer soñar a una sola persona con tus historias, habrás cumplido
con tu propósito… Además, no sabemos las vuelta del destino, quien quita que en
unos años seas tú el mencionado en las famosas listas de Forbes (si llega ser
así, por favor al menos mándame un saludito en alguna entrevista jejeje).
¡Ánimo!









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